Hay solo una cosa que temo en la vida y es el dolor del alma. No me refiero al sufrimiento en sí mismo, sino más bien a no ser digno de ese sufrimiento.
No estar a la altura de ese dolor.
Por lo demás, el dolor como el sufrimiento es necesario por una consciencia profunda y vasta.
El modo en el que un hombre acepta su destino y el modo en el que lo afronta incluso en las circunstancias más difíciles, añade o quita a la propia vida una sensación más profunda del vivir.
La vida no es nada, quizá sea solo una farsa para quienes no sabe sufrir. Y saber sufrir no significa buscar el dolor, sino aceptarlo cuando se presenta.
Se necesita saber aguzar el alma y el espíritu, redondeando las partes más duras cuando sea necesario; solo así el dolor sirve, educa, madura.
Cada infelicidad es en parte la sombra o el reflejo de sí misma. Puede parecer absurdo, pero a veces es justo cuando probamos un dolor profundo que nos damos cuenta de estar vivos y partícipes de algo importante.
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