Era yo la que te comía a besos, la que apoyaba tus sueños y la que fingía que todo estaba bien.
No te equivoques, no. Ahora no vengas a disfrazar verdades, a disimular tropiezos y a querer que todo mi mundo aplauda tus andares.
No. No te equivoques, que yo nunca quise hacer guerra de mis miserias ni apología conjuntiva de lo que me susurrabas al oído mientras tomábamos té.
Que ya bastante sola me has dejado, con toda la ropa tendida, el alma patas arriba y un mapa que desdibuja un norte que siempre quiso ser sur.
¿Lo recuerdas?
Era yo la que en un descuido tropezó de frente con tu espalda, en una minúscula terminal de una isla por nombre bonita.
Era yo la que contaba tus pestañas, la que se enamoró de tus infinitos detalles y la que jugaba al dominó sin saber que era al escondite.
Era yo la que…
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