En horror a la verdad te digo ya sin miedo que no te quiero en mi vida.
Que mis intentos torpes por encontrarte se convirtieron en una melancolía que abrazó mis noches más lunas de la cuenta. Y que sin quererlo desperté en un océano sin olas, en un océano sin viento que pudiese llevarme de nuevo a mi tierra impávida.
En horror a la verdad te digo ya sin miedo, que olvidaste llevarte el saco roto de la decepción. Tú, que jugabas a ser príncipe, a ser pluscuamperfecto y amigo, y resultó que mis ganas de que fuera cierto taparon el olor a vino caduco que impregnaban tus pestañas.
¡Qué no! ¡Qué ya no te quiero! Ni siquiera te quiero para recordarte.
En horror a la verdad te digo que cuán mezquina puede ser la gente. Qué de habladurías inundan la conciencia de quién débil, se muestra aprendiz de…
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